Al cole se viene a aprender. Pues claro, como la vida misma.
¿Y qué es el cole, si no vida en sí mismo?¿Y qué es la vida, si no un aprendizaje constante?. Porque el aprendizaje, en la vida, se da constantemente.
El aprendizaje no solo está en los libros, en las explicaciones, en el esquema de la pizarra o en las actividades que realizan a diario niños y niñas.
Hay mucho más aprendizaje. Hay aprendizajes que se ven enseguida, incluso en directo, si nos fijamos bien. Y hay otros aprendizajes que verlos cuesta más, porque no ocurren enseguida, ni se dan ante nuestros ojos.
En la escuela, hay aprendizajes que nacen del docente hacia el alumnado. Los hay que nacen del alumnado hacia el docente. De docentes a docentes. De alumnado a alumnado. Y de las familias, que tanto aportan y suman. Y del barrio, y de la comunidad, y del contexto en el que vivimos. Hay aprendizajes en todas direcciones y en todos los sentidos.
En la vida, hay aprendizajes fugaces, que nos inspiran en un momento dado, y hacen que saquemos adelante un reto que teníamos por delante. Hay aprendizajes eternos, que se nos graban en la memoria para siempre. Tengo grabadas a fuego en mi cabeza frases literales de mis padres y de mis maestros que, al recordarlas, las recuerdo incluso con su propia voz, en el contexto y en el momento en el que se dieron. Esos aprendizajes que nos guiarán de por vida.
Hay aprendizajes pequeñitos, que tenemos que aprender sin más, porque toca hacerlo, y se nos olvidan con el tiempo.
Hay aprendizajes grandes, que nos impactan, que nos remueven por dentro, que asimilamos una vez y nos los sabemos para siempre. Hay aprendizajes enormes, que nos cambian la vida, que nos ayudan a encontrar nuestro camino y a caminarlo con paso firme.
Hay aprendizajes inoportunos, que llegan antes de tiempo, o que llegan demasiado tarde, y que dan mucha rabia. Pero también hay aprendizajes oportunos, muy oportunos, que llegan en el momento justo, que nos ayudan a encontrarnos cuando estamos perdidos.
Hay aprendizajes superfluos, que nos ayudan a pasar el rato, que incluso nos entretienen, sin más. Y hay aprendizajes que, directamente, salvan vidas, como cuando los niños aprenden qué es y cómo se usa el 112, y algunos, gracias a eso, actúan justo a tiempo.
Hay aprendizajes que nos enamoran, y otros que nos generan rechazo. Pero lo malo se aprende rápido, y lo bueno, pues eso... que va más lento.
Hay cosas que tenemos que aprender porque sí, aunque no queramos. Y otras que, aunque lo estemos deseando, nunca aprendemos.
A veces aprendemos entre nubes de algodón, y otras veces lo hacemos con un tremendo varapalo.
Hay aprendizaje de ida y vuelta que, cuando nos vuelve, nos suele volver enriquecido, y es mejor que el original. Hay aprendizaje solo de ida, porque ya nos lo sabíamos y nos tocó a nosotros compartirlo. Hay aprendizaje solo de vuelta, porque nos abrieron los ojos a algo desconocido para nosotros.
Hay aprendizajes reveladores, que remueven nuestro mundo interior y nos hacen volver a plantearnos algunas cosas. Hay aprendizajes de paso, que adquirimos, pero enseguida los descartamos, porque no nos sirven. Hay aprendizajes milagro, esos que nunca pensábamos que fuésemos capaces de aprender.
Hay aprendizajes idealizados, como aprender a conducir, y que luego caen en la rutina. Hay aprendizajes obsoletos, que cuando nos llegan, nos llegan tarde y mal. Hay aprendizajes erróneos, y cuando nos llegan, tenemos que corregirlos, para aprenderlos bien.
Hay aprendizajes que a todos nos valen. Hay aprendizajes que no valen a nadie. Hay aprendizajes que, para que nos valgan, debemos adaptarlos a nuestras propias necesidades. Hay pocos aprendizajes que valen a muchos, y muchos aprendizajes que valen a pocos.
Porque el aprendizaje está en todos sitios, en cualquier momento, con cualquier persona. Porque vivir es aprender constantemente, porque la escuela es vida. Porque la vida es una escuela permanente.
Por eso me encanta esta profesión.
Por eso #soyMaestro.
Sigamos aprendiendo. Siempre